Hubo una época no tan lejana en que el Estado deliberadamente dejaba de llevar adelante tareas que eran inherentes a su composición de una época y comenzó a terciarizar tareas a organizaciones no gubernamentales con un supuesto expertise superior a las burocracias estatales.
Hoy vemos como se reédita esa fórmula con tintes menos ideólogicos pero más prácticos. Para quienes frecuentamos diferentes barrios de Pilar o incluso revisamos diariamente las redes sociales, vemos las inumerables quejas de los vecinos respecto a la situación de sus barrios. En esta de época de climas cambiantes y temporales repentinos, la inundación de zonas nuevas, los pozos que se agigantan y las zanjas que se tapan es ya moneda corriente.
A medida que el descontento popular crece los sectores políticos incluyen estos reclamos en su agenda y nos recuerdan que segun reza el DNI de los funcionarios encargados de la gestión pública local, son pocos o casi ninguno de nuestro Pilar.
Lo que otrora significaría remoción de funcionarios o al menos retos, ya sea por la falta de responsabilidad al llevar sus tareas o por el costo político, pasa a ser solo una queja esteril.
Pero como indica el refrán, para muestra basta un botón. En recientes declaraciones del Jefe de Gabinete local, Juan Pablo Martignone, afirmó que las reparaciones de calles llevadas adelante por los vecinos “No es lo ideal, pero bienvenido sea” y que el municipio «aún no tiene capacidad de respuesta para solucionar toda la demanda existente”.
La pregunta es ¿qué más necesita el municipio para cumplir con sus tareas?, ¿acaso 2.600 millones de pesos de presupuesto no lo son? ¿Una plantilla de empleados de 5000 personas es menos que dos vecinos con un pico y cascotes? Lo que si está claro es que a estos vecinos les sobra respeto y amor por su barrio, pero claro, como también dice el refran, sólo se ama lo que se conoce.